PREFACIO

PREFACIO AL PRIMER ANUARIO DE LA EOL

La Escuela de la Orientación Lacaniana es freudiana. Se refiere a Jacques Lacan en tanto es a él a quien le debemos haber renovado los fundamentos del psicoanálisis situándolos en el campo del lenguaje, y haber acrecentado su eficacia por la elucidación de sus principios y sus medios.

La Escuela de la Orientación Lacaniana es argentina. Declara su voluntad de hacerse cargo de la enseñanza del psicoanálisis en toda la extensión del territorio de la Nación, y de hacerse responsable de la formación que dispensa garantizando al público que un psicoanalista proviene de ésta. La Sección que abrió en Córdoba será seguida de otras a medida que ella se extienda en las provincias del interior, donde ya se le han asociado numerosos grupos.

Pero también la Escuela de la Orientación Lacaniana es internacional. Incluso doblemente, aceptando por una parte en su seno a colegas de otros países, en particular de Europa, que participan en sus actividades, y por otra parte participando ella misma en la Asociación Mundial de Psicoanálisis a título de miembro institucional.

La Escuela de la Orientación Lacaniana es reciente, porque fue creada el 3 de enero último en Buenos Aires. Pero también viene de lejos: fue preparada por la acción de Oscar Masotta en los años 70, transitó a lo largo de los 80 por el Campo Freudiano a través de innumerables vicisitudes: grupos creados, escindidos, disueltos; encuentros fallidos, encuentros logrados; revistas, coloquios, seminarios; malos entendidos, desconfianzas, arengas, decepciones, disputas… para desembocar finalmente en un planteamiento sin equívoco, en el acto de confianza en sí mismo en el que se reconoce una comunidad de trabajo cuya solidaridad se tramó en el seno mismo de la dialéctica que la sacudió.

Su unidad le permite reunir de ahora en más medios que escapan a los pequeños grupos y a los independientes: amplios locales; una importante biblioteca en constante crecimiento; numerosas publicaciones; contactos regulares con fuertes comunidades extranjeras. Pero todo eso sería nada si ella no se interesara prioritariamente en la formación, de la cual lo esencial se hace uno por uno.

Al control, el joven practicante no debe recurrir de tanto en tanto, sino regularmente, con perseverancia, cada semana. El análisis no es una charla, ni un diálogo, ni un cuento; es una disciplina, que tiene su lógica, aún cuando la deducción sólo se revela en cada caso retroactivamente. El analista no es un quedado, tampoco un genio, ni un psicoterapeuta, ni un simple técnico del inconsciente: no opera sin un «deseo de saber» que no basta declararlo para hacerlo oír, siempre entre líneas. Y si hace falta una Escuela es porque nadie puede garantizarse a sí mismo, y porque el discurso analítico no podría ser portado, soportado, sostenido por uno solo.

La EOL no restringe su reclutamiento sólo a los psicoanalistas. Esto torna tanto más necesario que funcionen como es debido sus órganos de selección, y que éstos otorguen los títulos previstos por Jacques Lacan conforme a sus indicaciones. Esto está en marcha para el título de analista miembro de la Escuela, que sanciona que la Escuela reconoce a uno de sus miembros como «psicoanalista que ha dado sus pruebas»; esto se prepara para el título de analista de la Escuela, que será otorgado con moderación, al término del procedimiento llamado «el pase»; no hay que desestimar que la EOL pueda contar para esa tarea con la experiencia de sus colegas de la Ecole de la Cause freudienne cuyos estatutos inspiran, por otra parte, los suyos propios.

¿Qué lugar está llamada a ocupar en el mundo la Escuela de la Orientación Lacaniana? Se pudo percibir en ocasión del reciente Encuentro Internacional del Campo Freudiano en Caracas: es un lugar de primer rango. Este otorga a sus miembros el deber de dar al ejercicio del psicoanálisis toda la radicalidad de la que es capaz. Eso supone no olvidar jamás que la Escuela está hecha para el psicoanálisis, y no a la inversa, y no para sus miembros. Conviene que este memento acompañe la osadía de presentar al público el presente Anuario.

Una palabra personal para terminar. Quien firma estas líneas tiene el honor de presidir por un año esta gran institución cuyos miembros pertenecen, en su mayoría, a otra nación que la suya; agradecérselos no es suficiente; todavía le falta rendir homenaje a los psicoanalistas argentinos por haberlo apasionado lo bastante con su pasión y su inteligencia del psicoanálisis, para que él se sienta cada día cercano a ellos, amante de su lengua y formando parte de su destino.

Jacques-Alain Miller
París, 7 de septiembre de 1992