Cada uno con su modo de gozar en la época de la feminización del mundo

Por Adrián Secondo
En los últimos tiempos parece extenderse cada vez más una organización de la civilización vinculada al no-todo.
Freud describía un mundo que se configuraba como una sociedad patriarcal donde operaba una fuerte moral cultural que, a partir de la prohibición, generaba culpa e imponía extracción y regulación del goce.
Este padre feroz de la horda le daba vigencia a la función de la excepción de la formula macho de la sexuación. Ese uno que niega la función fálica y le da consistencia al conjunto de los hombres como castrados de goce.
De esta manera se armaba un para Todos y el hombre al entraba en esta lógica quedaba abierto a la creencia en los grandes discursos universales, los mega-relatos tales como la religión, el marxismo o el psicoanálisis, de los que se desprendía una cosmovisión del mundo[1].
El mundo organizado por la lógica macho ha evidenciado una cara eficaz pero también ha provocado sufrimiento y deriva hacia versiones crueles y totalitarias que paulatinamente han generado el descrédito, caída de ideales y debilidad de los semblantes de autoridad.
Lo que habría provocado una movilidad social que se reinventa en un giro hacia la feminización del mundo.
Así como todo ser hablante se inscribe en uno u otro lado de la barra, como hombre o mujer independientemente del ejercicio efectivo de su sexualidad, la civilización sólo puede organizarse del lado todo o no-todo como una consecuencia estructural.
Lo que ha derivado en el pasaje de la prohibición hacia la liberalización, al derecho al goce, y al ascenso al cenit del plus de gozar. Esto conjugado con el triunfo del discurso capitalista, la industrialización y la desregulación operada por las economías de mercado.
Se rechaza la prohibición, la negativización del goce es vivida como una pérdida endilgada al padre ignorando que se trata de un real o imposible estructural, y desde una posición de sujeto irresponsable se produce la insubordinación.
Se descree en todo lo que tenga que ver con los significantes por ser puro semblante y se intenta pasar a la materialidad del objeto como sutura de la falta, desconociendo que todo objeto también es un semblante.
De esta manera el goce se manifiesta en su positividad, ya no se trata del goce que falta sino más bien del goce que aparece exhibido, mostrado en una pluralidad de fenómenos.
Al perder eficacia la prohibición nos encontramos en un mundo que se nos revela como insensato, incoherente, que ha dado lugar a la emergencia fenómenos que vinculamos a la lógica del no-todo.
Se generan nuevas formas del síntoma, diversidad, deslocalización, pluralización e infinitud en las formas de gozar. En consecuencia el goce sexual deja de ser un goce privilegiado y pasa a ser un goce más entre otros.
De esta manera no esta sólo el goce fálico investido sino también otros goces, que se independizan del falo, siendo el goce del toxicómano el más paradigmático.
Esta diversidad es lo que vinculamos al goce femenino llevado a un extremo. La mujer tiene relación con la falta en el Otro, que está de su lado, y en este punto se desdobla como no-toda, ya que por otro lado tiene relación con el falo.
Cuando la feminización se pone loca podríamos decir que pierde este anclaje en el falo.
El goce fálico introduce una medida, un límite, mientras que cuando se ha perdido esta referencia se entra en un sin límites maníaco y se opera un pasaje que va más allá del principio del placer dejando al sujeto expuesto al goce ingobernable de la pulsión de muerte.
La presencia de una diversidad de formas de adicción, a Internet, a la play, al juego, al trabajo, al sexo, hasta llegar a la paradoja de la adicción a nada de la anoréxica, evidencian la proliferación de adherencias a goces solitarios o de micro totalidades.
Miller va a decir que Lacan era un adicto al psicoanálisis y que él mismo es un adicto a Lacan, también Freud fue un adicto a la cocaína, de lo que se desprende la pregunta… ¿todos adictos?
De no ser así… ¿qué es lo que diferencia a una adicción de aquello que no lo es?
Pues habría que captar si nos encontramos frente a un sujeto de goce o del inconsciente. Cuando estamos frente a un toxicómano vemos a un sujeto gozando, compactado, que en su afán de obturar la falta produce un aplastamiento de su dimensión subjetiva.
Por eso habría que recomendar a estos desengañados amar al inconsciente, para que la subjetividad recupere su espesor, porque de lo contrario se cae en lo peor.
Cartel
El malestar en la cultura y los callejones sin salida de la civilización
Bibliografía Consultada
Ernesto Sinatra, ¿Prohibir la droga o des-penalizar el consumo? No-todo. Pharmakon 13, Grama Ediciones.
Miller, Una fantasía.
Eric Laurent, La clínica de la toxicomanía y el alcoholismo, en Del Hacer al Decir.
Jacques Lacan, Seminario XX Aun. Paidos
Estela Paskvan, De la monotonía a la diversidad. Sujeto, goce y modernidad III. Atuel
[1] Ernesto Sinatra, ¿Prohibir la droga o des-penalizar el consumo? No-todo. Pharmakon 13, Grama Ediciones.
*Adrian Secondo (Adherente de la Eol Sección Rosario), cartel: Integrantes Raúl Vera Barros, Gustavo Mastroiacovo, Julieta Soria, Ignacio Rodríguez, Daniel Perretta, Adrián Secondo, Mas Uno Héctor Tarditti