Descreimiento del toxicómano y creencias de los terapeutas
Raúl Vera Barros
El consumidor de tóxicos obtiene un goce desenfrenado y en las interrupciones de dicho consumo es alcanzado por un deseo hipertrofiado, insoportable. Se trata de un goce que no pasa por el Otro, ni por el cuerpo del Otro.
Jacques Alain Miller ha caracterizado el goce del toxicómano como un cinismo moderno1, es decir, un cinismo que no se refiere a nadie más que al mismo consumidor, a nada más que la soledad del goce en el cuerpo propio.
Eric Laurent a su vez ha señalado que la posición de descreimiento del toxicómano, cuando se sitúa a sí mismo como desengañado de todos los semblantes, se engaña a él mismo, fatalmente. Se engaña al creer poder encontrar finalmente en ese más allá de los semblantes otra cosa que la muerte –hablamos aquí de la muerte del sujeto, pero también llegado el caso de la muerte del cuerpo2.
Quienes abordan el fenómeno de la toxicomanía desde los discursos del para- todos creen en diversas figuras del Otro.
Figuras del Otro que pueden ir desde el Otro de la Ley (tratamientos basados en un S13), el Otro de la regulación económica del mercado de las drogas y los medicamentos (tratamientos basados en el objeto a), el Otro de la salud mental y el orden público (tratamientos basados en el saber), etc., hasta el Otro que postula cada religión como Dios.
Podemos constatar que en muchos casos, al intentar implantar las respuestas que cada creencia basa en esas distintas figuras del Otro, las instituciones no hacen más que aplastar la singularidad de cada caso: imponiéndolas confirman al adicto en su exilio del Otro y refuerzan los mecanismos de su segregación.
Preguntarnos por las creencias en juego en aquellos discursos y prácticas que abordan las toxicomanías, nos orienta para no someternos a cargar con la miseria del prójimo4, para poner en jaque la identificación bruta al “soy toxicómano”5. Será pertinente sostener abierto el lugar de lo que se pone en cruz para el amo, el síntoma como un orden en sí mismo, singular, el síntoma como un privilegio en donde cada sujeto ha de responder por sí mismo.
- – A. Miller plantea que el lugar que da Lacan al síntoma en tanto real, que da incluso a su invención del sinthome, como lo que se atraviesa en el funcionamiento, es su respuesta a una época que ya comenzaba a ser la de los síntomas mudos, amordazados, respuesta a la época de la creencia en lo Real idealizado (el ideal de funcionamiento para el mayor rendimiento, ideal de “total quality”)6.
Para los practicantes del psicoanálisis no se trata entonces de creer en aquel real idealizado sino en el síntoma, creer en el síntoma en tanto puede hablar.
De modo análogo en que un hombre ama a una mujer escuchándola, descifrándola, involucrándose con la “creación lenguajera” de ella, el síntoma en tanto charlatán viene a ser para nosotros el partenaire singular del hablante-ser en la “época del Otro que no existe”.
No se trata de creer en lo real idealizado sino en el síntoma, en el síntoma en tanto que puede hablar.
Un analista puede entonces hacer una diferencia, caso por caso, respecto de los tratamientos basados en aquellas creencias homogenizantes e idealistas.
1Miller, Jacques – Alain (1993), “Para una investigación del goce autoerótico”, en “Sujeto, goce y modernidad, Bs. As. Atuel-TyA.
2Laurent, Eric (1998), “Conferencia”, en Del hacer al decir. La clínica de la toxicomanía y el alcoholismo. Sujeto, goce y modernidad nueva serie, La Paz, Plural, pág. 71.
3Laurent, Eric (2008), “El objeto a como pivote de la experiencia analítica”, en “Lo inclasificable de las toxicomanías”, Bs. As., Grama, págs. 15/16.
4Jacques Lacan (2012), “Televisión”, en Otros Escritos, Bs. As., Paidós, pág. 543.
5Miller, Jacques – Alain, ibídem, pág. 20.
6Jacques-Alain Miller (2013), El lugar y el lazo, Bs. As., Paidós, págs. 280/2.
* Raul Vera Barros (miembro d ela EOl Seccion Rosario y AMP) Trabajo presentado en las Mesas Simultáneas de las XVI Jornadas Anuales EOL Rosario Año 2014: “Nuevos cuerpos. Nuevas satisfacciones. Respuestas del psicoanálisis”