La cuenta de la vida
Graciela Inés Pons
¿Cómo entra la muerte en la cuenta de la vida? ¿Cómo un cuerpo, forma transitoria, perecedera, de la vida, puede acceder a su propia relación con la muerte?
La propia muerte, la natural, no es representable, pero en tanto anticipable, le da sentido a la vida.
Vida y muerte son dos aspectos de la misma pulsión, la de muerte. Solo la intrincación de las pulsiones las pone al servicio de la vida.
Sustracciones fundantes
El cuerpo ofrece su materia para que el significante se corporice, haciéndolo corpse, cuerpo-cadáver. El significante introduce la muerte, sustrae al sujeto del conjunto de los significantes y lo eterniza en su unicidad.
El sujeto, significante en menos, falta en su cuenta. El lenguaje deviene simbólico y el soma, cuerpo, en ese entrecruzamiento del que cae un resto irreductible, el objeto en tanto tal.
Desde Freud, el inconsciente se funda como consecuencia de una sustracción: la represión primordial. La cosa está perdida. Se pierde la naturalidad del objeto. Hay que hacerlo circular en el circuito de la demanda.
Si el Otro puede responder con su falta, el sujeto quedará introducido en esa dialéctica pudiendo ofrecer su propia pérdida. Duelo fundamental de la subjetividad. Puede perderme.
Solo se puede ceder lo que está constituido como perdido por el Otro. El objeto cedido deviene cesible, y por tanto sustituible.
En el recubrimiento de la falta del Otro y la del sujeto, se alojará el objeto a, mediador, núcleo elaborable y condensador de goce, objeto extraído del cuerpo del Otro, partenaire corporal del sujeto nacido-muerto por el significante, en la articulación del fantasma. Con eso se hace la cuenta.
El sujeto, efecto del significante, está afuera del cuerpo. Ese cuerpo que se tiene, con el que se goza, es un cuerpo afectado por el significante, que deja huellas en él.
Cuando la sustracción se hace operativa, el cuerpo se hace vasija, agujero y borde. Las pulsiones, “eco en el cuerpo”, harán su tour alrededor de las zonas erógenas, y bordeando la falta de objeto, constituirán sus puntos de fijación.
Ese cuerpo erógeno, fantasmático, no especularizable, es bordeado a espaldas del sujeto.
El cuerpo-goce, afectado por el inconsciente, pulsional, desregulado, no se confunde con los velamientos fantasmáticos.
El cuerpo imaginario es la imagen en la que el yo se reconoce, a partir de lo que no pasa al espejo, – phi, que establece la distancia con la imagen, -phi que constituye la reserva operatoria del sujeto.
Si puede castrarse, perderá lo esencial de su vida, “la libra de carne”. El precio por vivir.
Inscripciones necesarias
“El inconsciente es un contable de goce que sabe hacer las adiciones”
El cuerpo, vasija, nasa o bobina, se torna consistente, deviene irreventable, si el falo lo atraviesa como recta infinita, se constituye en su mango y lo sostiene.
La consistencia que incluye el vacío que el Otro corporizado ha inscripto con su falta, Otro responsable de transmitir la falta con brillo fálico, que acompaña con voz y mirada, con ausencia y presencia, la dolorosa dialéctica de la constitución del objeto en tanto perdido. La pérdida se inscribe como falta.
Recursos singulares
Tanto el sujeto como el Otro desconocen qué objeto está detrás de la pantalla con que siempre lo cubre. El sujeto está de duelo cuando pierde la pantalla que resguardaba su falta.
Con ese cuerpo con el que el sujeto habla, con el que goza, el sujeto tendrá que hacer el duelo de las pérdidas contingentes de la vida.
“Qué hay debajo cuando se pierde la investidura?”. En qué cuerpo duele el duelo.
Cuerpos desafectados
– caído como cáscara el de Joyce. Un sujeto sin sufrimiento
– borrado, arrebatado, el de Lol V. Stein. Un sufrimiento sin sujeto
– inexistente bajo los vestidos, en la enfermedad de la mentalidad
Cuerpos afectados
– intentando fallidamente producir el vacío, deseando nada, en las “vírgenes flacas”
– intentando la re-extracción del objeto, luego de la regresión tópica al espejo, la adolescente que pierde la hermana que le devolvía su imagen, buscándola en el espejo. Búsqueda de un punto que fije la mirada, queriendo producir el vacío en el Otro. Intentos de sustracción y de acotamiento
– negando la muerte del padre, con “el esqueleto a cuestas” perdiendo peso día a día, identificada a lo vivo del padre. La solución fóbica: la muerte viene en lata. La muerte entra –acotada- en la cuenta de la vida. Se desarma la condensación mortífera (de amor y muerte): la mirada inolvidable de la mor-fina. Caída la mirada del padre, múltiples serán las miradas.
La cuenta es singular. Pagar el precio. Poner el cuerpo. “…Faltan palabras para nombrar lo que ofrece a los que saben usarla…”. De vez en cuando la vida…
*Graciela Inés Pons (Cartelizante de la EOL Sección Rosario)
Rasgo: El cuerpo y lo real. Cartel: Lo real en la clínica. Integrantes: Bojanich, Florencia; Colabianchi, Susana; Frías, Consolación; Ponce, Carina; Wolkowicz, Diana
Más Uno: Roveri, Mónica