“¿CÓMO SE VIVE LA ANGUSTIA?”

31 DE AGOSTO Y 1º DE SEPTIEMBRE DE 2007

Proponemos que nuestras Jornadas sean la oportunidad para desplegar la interrogación a cerca de este afecto, su conceptualización, el modo en que la época lo trata y la propuesta de la orientación lacaniana tanto en lo especifico de la dirección de la cura como en las distintas prácticas del psicoanálisis en extensión.
Desde los inicios del psicoanálisis Freud desarrolla distintas formulaciones en relación con la angustia, en 1894 cuando se pregunta cómo se genera la angustia, o en 1895 cuando relaciona a la angustia con la conciencia moral.
De ahí en más, la angustia se articula con el deseo inconsciente, el Edipo, la pulsión, el superyó. Cumple una función eminente en la formación de masas y, en especial, en la formación de síntomas. En su primera teoría de la angustia, aparece para Freud, como consecuencia de un exceso de libido, al no ligarse toda la energía libidinal, por lo que el excedente pulsional provoca angustia.
Luego, la relación represión-angustia significa a la angustia como efecto de la represión, mientras que las últimas consideraciones sobre el tema, a partir de «Inhibición, síntoma y angustia» aparece la angustia como condición de posibilidad de la represión, sin dejar de tomar en cuenta la angustia que provoca el desamparo y la inermidad esenciales a la condición humana.
Lacan, por su parte, sostiene que el tiempo de la angustia no está ausente de la constitución del deseo, en tanto sólo la angustia transforma el goce en objeto causa del deseo, de tal modo que la angustia, a la altura del Seminario 10, es una angustia productiva. La relación de la angustia con el goce retoma lo que Freud había situado con la noción de “desamparo”, en el que se encuentra el yo frente a la exigencia pulsional. Entonces, tal empuje pulsional se ubicaría en un tiempo lógico anterior a la angustia, siendo ésta la que produce el objeto causa del deseo, a partir del goce autista del propio cuerpo.
A su vez, el deseo del Otro en tanto enigma sin respuesta a la pregunta por lo que soy para ese Otro, provoca angustia. El “che vuoi?”, el “¿qué soy como objeto para el deseo del Otro?” resulta angustiante y es frente a esta dimensión inevitable para todo ser hablante, que el mismo responde en tres niveles: inhibición, síntoma y fantasma. Así, la angustia es un afecto que no engaña; que muestra aquello que, en la estructura, resiste a la simbolización y, al mismo tiempo, destaca a la dimensión simbólica en su incompletud: es el afecto como efecto de la confrontación del sujeto con ese agujero estructural que Lacan escribió S(A/).
La angustia es, para el analista de orientación lacaniana, una brújula, un hilo que conduce a lo que ha resultado traumático para el analizante. Si para Freud, la angustia era señal de alarma, para Lacan, es señal de lo real. Es la vía que permite al analista encontrar su orientación hacia el trozo de real, del que proviene para cada sujeto el efecto de angustia.
La ciencia en la época actual, al servicio de la biopolítica dominante, se propone aliviar de la pregunta sobre el goce y sobre el deseo, haciendo aparecer a la angustia como una emoción, sin ningún otro valor que el de un trastorno que, con medicación o una reeducación emocional, debe ser eliminada rápidamente.
La orientación lacaniana, en tanto considera a la angustia como un afecto que no es como los demás, se propone desangustiar de la buena manera: introduciendo una pregunta sobre el deseo, a partir de la interpretación que permite la instalación de la transferencia, haciendo consistir al síntoma.

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